La conexión emocional con la música
La persona que más quiero me llevó a veros de la oreja -qué gran expresión- a La Lata de Bombillas gracias a las entradas de María y Enrique con el gran Luis. Fue intenso. Después fuimos a Villaverde a primera fila. Otra descarga. Y por último a que nos firméis el disco en la Fnac. Soy ya un fan de los que siempre odié y estoy orgulloso porque he descubierto una vez más que soy un mendrugo al que le cuesta darse cuenta de asuntos evidentes como hacer feliz a quien amas. Se me ocurrió esta columna en la Lata, pero soy un cabrón y han hecho falta tres calambrazos, un Pilot azul viejo y un ludópata gritón en el bar La Boquilla 2 para escribirla. Sebas, el cantante de Tachenko, estaba en la fila de la firma y me dijo que es fan de mis artículos. Aún no has visto nada, pensé. Tengo mucho que aprender. Hay margen de mejora. Cambiar el mundo con la propia debilidad. La cifra exacta, el gesto ideal, la fuerza sexy del no pasarán.
Reflexiones sobre la música y la identidad
Soy de La Habitación Roja porque “La Segunda Oportunidad” es el himno de mi amigo Enrique, un gigante al que admiro, porque “Crónico” es una de las canciones de los momentos efervescentes de mi amigo Javi, porque me recordáis a Diego y a Dani, porque “Febrero” es la canción de mi hijo y “Ayer” la de mi hija, porque tengo un vídeo de Álex, Jaime y Luis cantando “Ciencia Ficción” a capela a altas horas de la mañana que es una joya, porque “Van a por nosotros” le gusta a mi cuñado y a mi hermana y porque no soy idiota.
Leire y Amaia no me importan. Les deseo lo mejor, pero ya tengo bastante con lo mío. “Las olas” me han ayudado a descubrir el Mediterráneo una vez más. Tuve una banda y no me he curado bien. No disfruto en los conciertos. Analizo todo. Escucho el bombo, el timbal, el bajo, el efecto. Miro si alguien pisa el cable. Estudio la mezcla. No lo paso bien. Sufro. Me emociono fácil. Hago análisis sintáctico de las letras. Soy un crítico patético. Soy vulnerable a cualquier cosa. Es demasiado peso.
Crítica a la cultura popular
Yo no soy de Leire ni de Amaia. Yo soy de La Habitación Roja. Os escribo desde el bar La Boquilla 2. Hay un tipo que echa monedas en la tragaperras y da la réplica a Antena 3 a voz en grito. Habla de cortar manos, de rojos y azules, de moros, de echar gente de casas y de defenderse a tiros. Avance. Avance. Una señora le contesta. Cambian el mundo con orgullo desde su propia debilidad, con la banqueta medio girada. Me alejo y escucho cómo montan un castillo de naipes en el aire que se derrumba diez minutos más tarde cuando el tipo sale a la calle tan tranquilo con una bolsa de radiografías de Gómez Pereda.
Esperar con la carita empapada a que alguien venga con mil rosas es una horterada intolerable propia de Mocedades. No lo asumo. Por eso os escribo esta carta de amor no sé si definitiva en lugar de hacer lo que debería. Tendría que dar un enfoque original a la polémica de las dos cantantes, podría compararlo quizá con las portavoces del PSOE y con el futuro de Pilar Alegría, pero no me da la gana. No he asimilado que algo que se llame «la oreja» le pueda gustar a la gente y sigo firme en mi convicción. Pienso para los pollos. Viva la libertad del columnista.
La esencia del éxito musical
Yo soy de La Habitación Roja porque sois como mis hermanos mayores y porque sois un grupo de éxito universal. Soy de La Habitación Roja porque tenéis diez himnos que no tiene nadie. El éxito universal para mí se llama coherencia, libertad, belleza, dolor, humildad, carretera, avión, distancia, inspiración, independencia, sinceridad y algunas gotas de genialidad. El éxito universal no es “Indestructible”, es delicado. El éxito comercial es otra cosa. Es, por ejemplo, decirle a las pijas “y desde entonces te quiero, te adoro y te vuelvo a querer” para que lo canten sin filtro durante el resto de sus vidas.
Redefiniendo el significado de la música
Leire y Amaia no me importan. Les deseo lo mejor, pero ya tengo bastante con lo mío. Las olas me han ayudado a descubrir el Mediterráneo una vez más. La conexión que siento con La Habitación Roja va más allá de la música; se convierte en un refugio ante las tensiones y complicaciones del mundo moderno. En un entorno donde la cultura parece obsesionarse con el consumo y la superficialidad, encontramos en la honestidad y en la vulnerabilidad de la música una forma de rebelión contra la mediocridad.
En conclusión, la música de La Habitación Roja no solo es una banda sonora de mi vida; representa un espacio donde puedo explorar mis emociones, reflexionar sobre mis relaciones y dar sentido a mis experiencias. La unión entre la música y nuestras vivencias es un testimonio del poder que tiene el arte para conectar a las personas y cambiar nuestra percepción del mundo que nos rodea.